Según una serie de nuevos estudios, no será necesario sino hasta dentro de muchos meses, y quizás algunos años.
Tres dosis de una vacuna contra el COVID-19 —o incluso solo dos— son suficientes para proteger a la mayoría de las personas de enfermedades graves y la muerte durante mucho tiempo, sugieren los estudios.
“Estamos comenzando a ver rendimientos decrecientes con respecto a la cantidad de dosis adicionales”, dijo John Wherry, director del Instituto de Inmunología de la Universidad de Pensilvania. Aunque las personas mayores de 65 años o con alto riesgo de enfermarse pueden beneficiarse de una cuarta dosis de la vacuna, podría ser innecesaria para la mayoría de las personas, agregó.
Las autoridades federales de salud, incluido Anthony Fauci, el principal asesor de COVID-19 del gobierno de Joe Biden, también han afirmado que es poco probable que recomienden una cuarta dosis antes del otoño.
La variante ómicron puede esquivar los anticuerpos —moléculas inmunitarias que evitan que el virus infecte las células— producidos tras dos dosis de una vacuna contra el COVID-19. Pero una tercera dosis de las vacunas de ARNm fabricadas por Pfizer-BioNTech o Moderna impulsa al cuerpo a producir una variedad mucho más amplia de anticuerpos, que sería difícil de evadir para cualquier variante del virus, según el estudio más reciente.
El estudio sugiere que el diverso repertorio de anticuerpos producidos debería bastar para proteger a las personas de nuevas variantes, incluso aquellas que son muy diferentes a la versión original del virus.
“Si las personas se exponen a otras variantes como la ómicron, ahora tienen munición adicional para combatirla”, dijo Julie McElrath, médica de enfermedades infecciosas e inmunóloga del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle.
Además, otras partes del sistema inmunitario pueden recordar y destruir el virus durante muchos meses, incluso años, según al menos cuatro estudios publicados en revistas médicas de primer nivel en el último mes.
La investigación reveló que las células inmunitarias especializadas llamadas células T, producidas después de la inmunización con cuatro marcas de vacunas contra el COVID-19 —Pfizer-BioNTech, Moderna, Johnson & Johnson y Novavax— son aproximadamente un 80 por ciento igual de poderosas contra la ómicron que contra otras variantes. Dado cuán diferentes son las mutaciones de ómicron con respecto a las variantes anteriores, es muy probable que las células T realicen un ataque igual de fuerte contra cualquier variante futura, afirmaron los investigadores.
Esto coincide con lo que los científicos han descubierto con respecto al coronavirus SRAG, que mató cerca de 800 personas en una epidemia de 2003 en Asia. En las personas expuestas a ese virus, las células T han durado más de 17 años. La evidencia hasta el momento indica que las células inmunitarias del nuevo coronavirus —a veces llamadas células de memoria— también podrían disminuir muy lentamente, dijeron los expertos.
“Las respuestas de las células de memoria pueden durar años”, comentó Wendy Burgers, inmunóloga de la Universidad de Ciudad del Cabo, quien dirigió uno de los estudios publicado en la revista Nature. “Potencialmente, la respuesta de las células T es en extremo duradera”.
A lo largo de la pandemia, una cantidad desproporcionada de la atención en la investigación se ha centrado en los anticuerpos, la primera línea de defensa del cuerpo contra un virus. Eso se debe en parte a que estas moléculas son relativamente sencillas de estudiar. Se pueden medir a partir de una gota de sangre.
La disminución de los niveles de anticuerpos después de dos dosis de la vacuna llevó a los funcionarios federales a recomendar refuerzos para todas las personas mayores de 12 años. Las dosis adicionales fortalecieron los niveles de anticuerpos y ayudaron a contener la propagación de ómicron, pero también parecen perder parte de su capacidad para prevenir infecciones a los cuatro meses, según datos recientes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Los anticuerpos reconocen dos o tres partes clave de la proteína de la espícula, una protuberancia en el exterior del coronavirus que le permite adherirse a las células humanas. Pero las células T detectan muchas más partes de la espícula, y por eso es menos probable que fallen cuando el virus mute en algunas de ellas.
Las vacunas también codifican una memoria del virus en las células B, las cuales pueden producir nuevos lotes de anticuerpos dentro de los cuatro o cinco días posteriores a una nueva exposición al virus.
Este golpe doble de células T y B ayuda a explicar por qué muchas personas que recibieron dos o incluso tres dosis de la vacuna aún pueden contraer la variante ómicron, pero solo un pequeño porcentaje se enferma gravemente.
“Se verá una disminución de los niveles de anticuerpos con el tiempo, pero si las células B y T de memoria siguen allí, pueden volver a entrar en acción con relativa rapidez”, explicó Alessandro Sette, inmunólogo del Instituto La Jolla de Inmunología, quien dirigió un nuevo estudio sobre células T publicado en la revista científica Cell.
Con el tiempo, las células B de memoria se vuelven cada vez más sofisticadas y aprenden a reconocer un conjunto diverso de secuencias genéticas virales. Cuanto más tiempo tienen para practicar, más amplia es la gama de variantes de virus que pueden neutralizar.
El año pasado, los investigadores demostraron que la escuela de élite dentro de los ganglios linfáticos donde se entrenan las células B, llamada centro germinal, permanece activa durante al menos 15 semanas después de la segunda dosis de una vacuna contra el COVID-19. En un estudio actualizado publicado en la revista Nature, el mismo equipo demostró que seis meses después de la vacunación, las células B de memoria siguen madurando y los anticuerpos que producen siguen adquiriendo la capacidad de reconocer nuevas variantes.
“A los seis meses, esos anticuerpos son mejores aglutinantes y neutralizadores más potentes que los que se producen un mes después de la inmunización”, dijo Ali Ellebedy, inmunólogo de la Universidad de Washington en San Luis y director del estudio.
En el estudio más reciente, otro equipo reveló que una tercera dosis genera un grupo de células B aún más rico que el generado por la segunda dosis, y los anticuerpos que producen reconocen una gama más amplia de variantes. En experimentos de laboratorio, estos anticuerpos fueron capaces de repeler las variantes beta, delta y ómicron. De hecho, el estudio reveló que más de la mitad de los anticuerpos observados un mes después de una tercera dosis pudieron neutralizar la ómicron, aunque la vacuna no había sido diseñada para esa variante.
“Si recibes una tercera dosis, tendrás una respuesta rápida con bastante especificidad para la ómicron, lo que explica por qué a las personas con una tercera dosis les va mucho mejor”, mencionó Michel Nussenzweig, inmunólogo de la Universidad Rockefeller y director del estudio.