Cuba y México viven una floreciente etapa en sus relaciones bilaterales. Recientemente, el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, anunció que incluiría a La Habana en su próximo periplo internacional y, desde su llegada al Palacio Nacional, ha reivindicado el levantamiento de las sanciones contra la isla.
Pero no siempre fue así. De hecho, este martes se cumplen 20 años de uno de los hitos más escandalosos de la relación, conocido como el incidente de «comes y te vas», protagonizado por el entonces presidente mexicano, el conservador Vicente Fox, y el fallecido líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro.
La «sorpresiva» asistencia de Castro a la Cumbre de las Américas, organizada por México, fue el inicio un desencuentro que llegó a su punto culminante en 2004. La razón del roce fue que el líder cubano –que sobrevivió a más de 600 atentados– confirmó su presencia a pocos días de la reunión, por razones de seguridad, lo que a Fox le pareció un gesto que no era «de amigos».
«Regresa a Cuba»
Horas después de enterarse de la asistencia de Fidel, Fox llamó a La Habana para persuadir al líder cubano de que dejara el foro antes del viernes, para no «complicarle» su agenda con el entonces presidente de EE.UU., George W. Bush. Su propuesta era que participara en un almuerzo el día jueves y después saliera de México.
«Inclusive te ofrezco y te invito a que estuvieses en ese almuerzo, que te sientes a mi lado, y que terminado el evento y la participación, te regresaras«, se le escucha a Fox. A lo que Fidel responde: «¿Me regresara a la isla de Cuba? ¿O adónde?». «No, bueno, a la isla de Cuba o a donde tú gustaras ir», remata el mexicano.
La llamada entre ambos se conoció meses después. En ella, Fidel dejaba claras las razones de su decisión a último minuto y su deseo de «cooperar en el éxito de la conferencia», pero al mismo tiempo exigía su derecho a asistir a la reunión, cuya invitación le había sido extendida por el entonces secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan.
«Esto podría ser un escándalo mundial«, reclamaba Fidel. Fox, por su parte, insistía en que la presencia del líder cubano lo ponía «en una buena cantidad de problemas». El asunto de fondo era que el mandatario mexicano deseaba negociar un estatuto para sus connacionales en situación irregular en EE.UU. y temía que la presencia de Castro incordiara a Bush, enfocado en su agenda para la imposición del Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
De hecho, entre las peticiones de Fox a Castro no solo figuró el cambio de agenda del mandatario cubano, sino también la solicitud de «no agredir a EE.UU. y al presidente Bush» en su discurso. El mexicano no había terminado la frase cuando Fidel lo interrumpió para recordarle el peso de su investidura y trayectoria política.
«Señor presidente –zanja Fidel–, yo soy un individuo que llevo como 43 años en política y sé las cosas que hago y las que debo hacer. No le quepa la menor duda de eso, que yo deseo decir la verdad con decencia y con la elegancia necesaria».
Entre las peticiones de Fox a Castro no solo figuró el cambio de agenda del mandatario cubano, sino también la solicitud de «no agredir a EE.UU. y al presidente Bush» en su discurso.
La conversación, que fue filtrada por La Habana meses más tarde, culminó con la aceptación de la propuesta por parte de Fidel y la reiterativa invitación de Fox al almuerzo, donde comerían «cabrito, que es muy rico». Sin embargo, la frase del expresidente mexicano fue la que resonó con más contundencia: «Me acompañas a la comida y de ahí te regresas«.
El episodio fue resumido con la expresión «comes y te vas», popularizada también por el artista cubano Virulo. La canción, titulada con esa frase, hace una mirada satírica al episodio protagonizada por Fox y Castro:
«Oye, Fidel:
Te queremos invitar.
Disfruta de tu cabrito,
pero comes y te vas.
Hay taquitos al pastor,
pero comes y te vas.
Gorditas de chicharrón,
pero comes y te vas;
ensalada de nopal;
pero comes y te vas;
te la envolvemos para llevar;
pero comes y te vas».
Más allá de la sátira, la situación entre Ciudad de México y La Habana se agravó al punto de que, en 2004, Fox expulsó al embajador cubano y la medida fue respondida por Castro en reciprocidad.
Aunque a los tres meses se restablecieron las delegaciones diplomáticas, la alineación del presidente mexicano con Bush en su política de satanización contra Cuba y Venezuela, además de la obediencia a la propuesta para el establecimiento de un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), derrotada en Mar del Plata un año después, fueron claves en el deterioro de los vínculos.
Los paños calientes a la relación fueron puestos tras la salida de Fox por la administración de Felipe Calderón (2006-2012), pero los esfuerzos de acercamiento fueron concretado durante la gestión de Enrique Peña Nieto (2012-2018), quien incluso fue de visita a La Habana.
«Un lugar privilegiado»
La llegada de López Obrador al Palacio Nacional ha consolidado ese giro en las relaciones exteriores de México con respecto a Cuba. El anuncio de la primera gira de trabajo del mandatario a Latinoamérica, que incluye una parada en La Habana, es una señal auspiciosa.
La semana pasada, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, afirmó: «México y López Obrador tienen un lugar privilegiado en nuestros afectos«. Además, ambos líderes ya se han visto en otras tres oportunidades en territorio mexicano, donde el mandatario del país insular asistió como invitado de honor a las celebraciones por la independencia.
El presidente mexicano insiste en que su política exterior vaya en consonancia con la Constitución, que privilegia los principios de no injerencia en los asuntos internos de los países y en la libre determinación de los pueblos. En esa línea, López Obrador ha defendido con vigor el levantamiento del bloqueo de EE.UU. contra Cuba y el impulso a organismos, más allá de la Organización de Estados Americanos (OEA), que «no sea lacayo de nadie».
Pese a que han pasado 20 años, para México el asunto migratorio persiste. La diferencia es que mientras Fox pretendía privilegiar un acuerdo con EE.UU., López Obrador apuesta por una mirada periférica que afronte las causas y consecuencias del fenómeno, que ya no solo afecta a sus connacionales sino que involucra al resto de la región.