FUNERAL DE LA REINA ISABEL II PARALIZA LONDRES

Las calles del centro de Londres despertaron este lunes bloqueadas ante las excepcionales medidas de seguridad y la masiva afluencia de gente que quiere dar su último adiós a la reina Isabel II durante su funeral de Estado.

Desde antes del amanecer, los autobuses interrumpieron sus rutas habituales, sin posibilidad de llegar al corazón de la capital, mientras que al menos tres estaciones de metro cerraron: Westminster, Saint James’ y Hyde Park Corner.

Los coches privados apenas circularon por Londres, donde además la actividad es muy reducida ya que el día ha sido declarado festivo por las autoridades.

El Gobierno invitó a todos los ciudadanos que lo deseen a acercarse a la ruta que seguirá el cortejo fúnebre de Isabel II tras el funeral, previsto para las 11:00 h local, aunque también advirtieron que los desplazamientos dentro de Londres serán muy complicados.

Todas las áreas reservadas para que el público pudiera ver la procesión después del funeral ya están a pleno.

Los vagones del metro aparecieron desde primera hora llenos de gente que quiso rendir homenaje a la monarca, muchos de ellos con ramos de flores en sus manos y algunos vestidos de luto riguroso.

No faltaron quienes muestran su desesperación cuando la policía les señala el corte de calles, lo que obliga a hacer desvíos considerables sobre el camino previsto.

Los autobuses con miembros del Gobierno británico comenzaron a llegar sobre las 08:00 h local a la abadía de Westminster, adonde los primeros jefes de Estado y altos dignatarios se dieron cita más tarde.

Tras el funeral, un cortejo que pasará por delante del Palacio de Buckingham llevará a Isabel II hasta el castillo de Windsor, donde recibirá sepultura junto a su marido, el duque de Edimburgo.

Miles de personas, muchas portando banderas británicas, pasaron la noche a la intemperie, pese a las bajas temperaturas, para ocupar el mejor lugar a fin de ver pasar el féretro, transportado sobre una cureña, y que irá acompañado por varios miembros de la familia real, con el rey Carlos III a la cabeza.

Pese a ello, el corazón de la ceremonia, el Parlamento británico -donde ha reposado hasta hoy el féretro en una capilla ardiente- y la abadía de Westminster, aparecen estrictamente blindados para el público, y solo la policía y la prensa consiguen acceder al lugar tras pasar varios controles de seguridad.

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