‘UNA VEZ MAKAWI,,SIEMPRE MAKAWI’,,A 30 AÑOS…

 

Los recordamos con mucho cariño hoy en su 30 aniversario luctuoso y tengan por seguro que nos esforzamos por continuar con su legado y su pasión por la danza.

 
Un año más… Otro 19 de Julio en que los recuerdos vienen a la mente como si apenas hubieran pasado algunos días… Pero no, son 30 años ya desde que el punto final en la vida de cada uno de ellos marcó un precedente en cada uno de los que nos quedamos aquí, y más allá de quien los haya conocido o no, es increíble como estando ya cercanos a las 3 décadas desde que pasó todo; muchas personas siguen llegando hasta estas Páginas Sueltas y de Colores para compartir sus sentimientos y al mismo tiempo las memorias de lo que cada uno de nosotros vivimos junto a ellos en vida.
 
 
Para la gente que desconoce el significado tan grande que existe detrás de Makahui, sólo tiene que echar un vistazo a otras páginas del pasado en este espacio o al link que está activo dentro de este texto.
Por otro lado, para quienes conocen mis letras desde hace tiempo, saben perfecto lo que para mi representó haber sido parte de esa generación en el CBTIS No. 114; y también que cada año, en la medida en que el tiempo lo permite, trato de dedicar un escrito para todos estos chicos con los que tuve la fortuna de compartir generación y en especial convivir dentro de la misma aula de clases con 4 de ellos: Alfredo, Hairy, Wilber Adriana (Q.E.P.D).
Puede ser una imagen de al aire libre
 
Es curioso como hace apenas un poco menos de una semana atrás, recibí un mensaje por inbox, de una chica que no había nacido aún cuando pasó el accidente;  y ella me preguntaba: ¿Cómo eran ellos? ¿y cómo era la vida en ese entonces?… Me quedé pensando desde hace varios días en ese cuestionamiento y fue esto lo que me inspiró para revertir un poco la tristeza que nos invade a todos en esta fecha y compartir en este aniversario luctuoso No. 27, un poquito de los recuerdos que yo tengo de los chicos con quienes conviví más.
 
 
Adriana (que fue la persona a quien conocía más), porque ella había cursado también los 3 años previos de secundaria en la misma escuela, dentro del mismo grupo que yo; es quizá de quien más puedo contar.
 
Ella era una chava muy bonita, era la única mujer de varios hermanos (uno de ellos locutor), físicamente era no muy alta, tenía el cabello rizado, los ojos como color miel y creo que de su fisionomía lo que más resaltaba era que tenía una sonrisa muy linda, (casi de comercial de pasta dental, con dentadura perfecta). Tenía varios fans; pero ella siempre le dio prioridad a sus estudios y a su compromiso con el grupo de danza.
 
A pesar de que sus padres estaban separados, ella siempre fue muy madura y centrada. Como estudiante fue súper inteligente, de los alumnos que siempre sobresalían en clase por su participación y sus calificaciones y en alguna ocasión fue a mi casa para pedirme los apuntes de las clases y ponerse al día (era muy responsable) y ya en la época del CBTIS, a mi me sorprendía que nos hubiese tocado estar de nuevo en el mismo salón y la misma escuela. 
 
De las anécdotas que puedo compartir con ella, esta una, en la época de secundaria (creo que en 3er. año), una mañana en una clase, sentí un golpazo en la espalda muy fuerte. Obvio mi primer reacción fue voltear súper enojada para ver quien me había pegado, y detrás de mi estaba ella, y muy seria me dijo que me había dado tremendo trancazo porque traía una araña en la espalda. Me mostró el cuaderno con el que me golpeó y efectivamente, había un insecto de esos hecho pomada en la pasta que cubría los apuntes.
 
De la etapa en la prepa, algo que tengo muy presente es que ella, previo al viaje, junto al resto de los chicos del grupo de danza, realizó varias actividades para recaudar fondos para poder participar en esa presentación en Guatemala, que nunca imaginamos no llegaría a realizarse y sería fatídica… Unos días antes de que partieran Adriana nos vendió unos boletos para una rifa, (que creo costaban 5 pesos); y las 4 chicas de la «bolita» con las que yo me juntaba, compramos, porque para el resto de los estudiantes era de verdad un orgullo que nuestro grupo de danza, tras haber ganado el concurso nacional, estuviera invitado a participar en un país del extranjero.
 
Hairy, Alfredo Wilber los traté únicamente durante esos semestres que compartimos en el grupo «P». El tipo de bachillerato que cursamos era con especialidad en «Programación»…
Puede ser una imagen de 1 persona, sentado y de pie
Todos nosotros éramos la flamante primer generación de esa carrera técnica, que recién se había abierto en el CBTIS y pues de ellos sólo puedo decir que eran chicos muy aplicados también. Wilber era el jefe de grupo y pues uno de los recuerdos más bonitos que tengo es que a pesar de que el grupo como del 3ero. al 4to semestre estaba un poco dividido, porque en alguno de esos semestres integraron a compañeros de los grupos «Q» y «R»… había como cierta división entre los compañeros debido a eso… 
 
Éramos como 40 estudiantes en el grupo «P», pero de inmediato se segmentaron en «grupitos» y estaban las típicas «fresas», los «nerds» (que eran los que sacaban puro 10 y entre los que se encontraba Adriana, aunque ella se juntaba con «las fresas»), que así les decían a las chicas que habían integrado de los otros grupos. 
 
Estábamos nosotros que éramos los estudiantes regulares, y cuento esto como antecedente a escribir sobre dos de las experiencias más bonitas que me tocó vivir junto a ellos.
 
Un buen día, creo que ya cerca de las vacaciones, a alguien se le ocurrió proponer que organizáramos una fiesta. Para esto, Wilber se ofreció a que su «rancho» a las afueras de la ciudad, fuera la sede para dicha fiesta, y como había varios compañeros que tenían vehículo, cuando menos lo pensamos, entre la camioneta de Carlos Legaspi (quien era el guapo del salón -desde la secundaria- y de los nerds), y un Jeep bien padre que tenían las chicas de «Las Fresas», nos hicimos todos bola y fuimos hasta el famoso rancho.
 
Me acuerdo perfecto cuando Wilber se bajó de la troca de Legaspi  y abrió la puerta para que entráramos al rancho. Fue una tarde muy padre, eran otros tiempos de conviviencia muy sana. Hicimos discada, pusieron música, a mi se me rompió el pantalón, pero todo en un ambiente de diversión y convivencia que dejó atrás todas esas rivalidades entre grupos. Supongo que eso nos unió, porque más delante, ya para terminar el semestre, propusieron que se armara otra fiesta. Esta vez fue en casa de la hermana de Legaspi. 
 
Sí Baldor, te odio por toda la eternidad…
 
Recuerdo que ese día hacía mucho frío y la fiesta comenzó ya tarde, después de que fuimos a hacer un examen final de cálculo o álgebra (siiii la del torturante libro de «Baldor»); y pues allá íbamos todos a una casa muy bonita que estaba entre las callecitas contiguas a la Av. Ejército Nacional. 
 
Todos nos divertimos muchísimo y el recuerdo más chusco que tengo de esa reunión fue que la hermana de Legaspi aceptó prestarle la casa, con la única condición de que no rompiéramos nada y no ensuciáramos una alfombra de color blanco que cubría toda la sala… Obvio no cumplimos con ninguna de las dos promesas, porque creo que alguien rompió un jarrón o algo así, y la alfombra quedó de color café, porque por esos días las calles estaban súper llenas de lodo (creo que había caído agua-nieve); pero la fiesta fue muy divertida y la pasamos muy bien.
 
Al resto de los chicos de Makahui, sólo los conocí de vista, y había uno en especial que me llamaba mucho la atención: Alejandro Luna. Era un muchacho muy alto, delgado, que tenía unas pestañas enormes que enmarcaban unos ojos preciosos y en esa época en que yo era una chica súper tímida, era para mi como una especie de «Crush»… 
 
Él tenía novia, y ella también era parte del grupo de danza. Obvio yo por eso no decía nada, pero a los 17 años que yo tenía en ese entonces y que fue por esa etapa también que empecé a escribir «diarios secretos», él era una inspiración. (me acuerdo de eso y me da risa y ternurita al mismo tiempo), porque Alejandro ni siquiera se enteró jamás de eso.
 
De él sólo tengo un recuerdo divertido que sucedió en una ocasión que íbamos todos a la escuela (por la mañana el camión de transporte que de la zona centro iba hasta las instalaciones de la prepa), se llenaba por completo de estudiantes del CBTIS. 
 
En ese entonces los vehículos de transporte no eran autobuses como tales… Eran pequeñas mini vans a las que les quitaban los asientos y les adaptaban una base de metal alargada y alcolchonada para que fueran asientos con mayor capacidad de gente; mientras que en el techo tenían una pequeña extensión de metal con tubos soldados para hacer el techo un poco más alto y sostener al mismo tiempo las barras incrustadas con soldadura o tornillos en forma de pasamanos.
 
Como era de esperarse, siempre los choferes atiborraban las unidades de gente. Si te tocaba asiento, que padre, pero muchos de los compañeros estudiantes se tenían que ir de pie todo el trayecto, cargando mochilas y libros y era de risa loca que a veces ya era tarde y los choferes que sabían que teníamos que llegar a clase temprano, nos gritaban que si queríamos que acelerara y no parara en ningún punto para subir más pasajeros, todo esto con la intención de que pudiéramos llegar a tiempo.
 
En una de esas ocasiones, Alejandro iba agarrado del tubo que el camión tenía instalado en el techo, pero era tanto el apuro que cada que frenaba el chofer, toda la fila de estudiantes que como él iban parados exageraban y se empujaban unos a otros (y obvio eso nos daba risa), pero en una vuelta de verdad el empujón fue tan fuerte, que Alejandro no se pudo sostener y estuvo a punto de caerse, pero como iba justo delante de mi; tal cual delgado y larguirucho que era, se alcanzó a detener de mis piernas.
 
Yo me puse de mil colores y él botado de la risa se disculpó mientras se incorporaba… Y esa fue la primera y única ocasión en que estuve cerca de él…
 
Es bien curioso que cuando pasó lo del accidente, lo primero que vino a mi mente fue todo eso que líneas más arriba les he contado… Supongo que mis memorias son pocas, pero para quienes fueron familiares y amigos de cada uno de los muchachos, hay anécdotas más ricas en aventuras y convivencia, pero eso era justo lo que en esta madrugada de Aniversario Luctuoso yo quería aportar.
 
30 Años después los seguimos recordando, y aunque hay un hueco en el alma siempre, creo que hoy cobra sentido esa frase que una tanatóloga que admiro tanto siempre dice y que está relacionada con la idea de que el mejor homenaje que uno puede hacer para las personas que ya han fallecido, es precisamente ese, ser feliz en vida y agradecer por el regalo de su presencia en nuestras vidas, aunque esta haya sido breve…
 
Prometo más adelante buscar el cuaderno de diario de ese año y compartir alguno de los escritos que hay ahí dedicado para ellos… En el presente, a la par de extrañarlos, siempre y hasta fuera de la fecha del 19 de Julio, pienso e imagino cómo sería la vida si cada uno de ellos estuviese aquí.
 
Supongo que no soy la única, pero siendo las 3:24 am, algo en mi interior me dice que ellos desde donde están, sienten y saben del gran cariño que todos les tenemos, seguramente les dará risa lo que hoy yo he contado a manera de homenaje y lo más importante aún, desde ese tiempo y espacio, en todo este tiempo que para muchos ha sido media vida, no se explicar como, pero de alguna manera ellos nos han hecho saber que prevalece la promesa de que más adelante nos volveremos a reunir todos en una celebración que trascenderá más allá de lo bonito y divertido que compartimos en vida.
 
Un abrazo para ellos hasta el cielo… y a todas y cada una de las personas que han llegado hasta mi blog para compartir en forma de un mensaje, los recuerdos y experiencias a lo largo de estos 30 años, ¡Gracias de corazón!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *